Eduardo Chillida y Pilar Belzunce, mis padres


Antes de decidir que quería ser escultor, Eduardo Chillida empezó la carrera de Arquitectura. Cuando pensó en abandonarla y marcharse a París, le dijo a Pilar Belzunce: «Si tú me sigues…». Con ese condicional entre una pareja de enamorados quedó sellado el pacto del que nacería un tándem indestructible.

En este libro Susana Chillida, su hija, rinde a los dos un vívido homenaje en el que repasa la trayectoria profesional de su padre al tiempo que teje unas memorias de familia. Las obras públicas –como el Peine del viento o Elogio del horizonte–, las lurras, los anagramas, los aforismos, las gravitaciones, los collages…, por estas páginas desfila toda la obra de Eduardo Chillida al tiempo que la autora pone en valor la relevancia de la figura de Pilar Belzunce, una mujer adelantada a su tiempo, a lo largo de todo el itinerario del escultor. Ese recorrido se enriquece con anécdotas personales, familiares, con recuerdos alegres y otros dolorosos, con fotografías. También con reflexiones sobre qué significa ser artista y ser hija de un artista: para Susana Chillida las esculturas de su padre eran como otras hermanas.

«Hay espacios a los que la razón no llega. Estos espacios son sólo accesibles para la percepción, la intuición y la fe, esa hermosa e inexplicable locura», escribió Eduardo Chillida. Desde la nostalgia y la admiración, su hija dibuja el espacio, enorme, que siguen ocupando sus padres.



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