Leyenda viva de las letras españolas, desobediente del clasicismo, voz luminosa y pausada en un mundo de oscuras turbas, Caballero Bonald representa la poesía en un estado poco puro: el de los grandes descontentos porque la vida se imponga en sus aspectos más indecentes. [.] Sus vuelos no exigen más compañía que la de quienes quieran compartir uno de los más hermosos testimonios vitales de un poeta capaz de no renunciar ni siquiera a lo que niega.
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Mariano Antolín Rato
Aunque José Manuel Caballero Bonald es mayoritariamente conocido como novelista, es en el terreno de lo poético donde se encuentra el centro motor de toda su obra.
En efecto, aunque participa de todas y cada una de las líneas dominantes que caracterizan a la generación del 50 -en la que historiográficamente se le suele incluir- no es reductible a ninguna de ellas. Pese al tono quevedesco de muchos de sus fragmentos, a la musicalidad a veces lopesca de su dicción, es en Góngora, y en su inmediato antecedente, Juan de Mena, donde encontramos los orígenes de una poética que, tanto en lo que se refiere al utillaje formal de la escritura, como en lo que remite a la concepción crítica del hecho literario, asume plenamente el carácter retórico, es decir, verbal, de nuestra relación (mediada) con el mundo.