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Shakespeare, William
Es, sin duda, el autor más célebre y estudiado de la literatura en lengua inglesa, el más traducido y, en cierto modo, también el más controvertido. Son muchos los que se preguntan cómo el tercero de los ocho hijos de un fabricante de guantes y funcionario de provincias sumido en deudas pudo llegar a convertirse, de la noche a la mañana, en el autor de tantas y tan excelentes piezas teatrales, así como de algunos de los más bellos e incisivos versos de la poesía universal. Shakespeare, además, intervino decisivamente en la modernización y sistematización de la lengua inglesa y llegó a acuñar más de un millar de términos y usos nuevos, muchos de los cuales continúan plenamente vigentes. Todo ello, unido a la sorprendente escasez de datos biográficos y las contradicciones y misterios que siempre envolvieron su figura, ha propiciado las más variadas conjeturas acerca de sus dotes y su identidad. Sabemos en todo caso que en 1582 se casó con Anne Hathaway, una mujer algo mayor que él con quien tuvo dos hijas y un hijo que murió a los once años, y que alrededor de 1590 se estableció en Londres, dejando a su familia en Stratford. En 1593 ya había escrito varias obras de teatro (Los dos gentilhombres de Verona, La doma de la fiera, la trilogía de Enrique IV y Ricardo II) y publicó su primer y exitoso poema largo, Venus y Adonis, al que siguió La violación de Lucrecia; veinte años más tarde, se retiró a su ciudad natal, tras completar en ese lapso un total de cuarenta obras reconocidas y algunas que, por desgracia no se conservan. Si bien el nombre de William Shakespeare se asocia a dramas como Hamlet, Romeo y Julieta, Otelo o Macbeth, a piezas históricas como Coriolano o Julio César y a comedias como Sueño de una noche de verano o Como gustéis, la variedad de tramas, registros y personajes de que echó mano y la excelencia y clarividente agudeza de su pluma son responsables de que todas y cada una de sus obras sean admiradas incluso hasta la bardolatría. Tras su muerte, la edición en folio de 1623 de John Heminges y Henry Condell, sus amigos y colegas de la Kings Men, la compañía del teatro Globe, permitió conservar muchas de esas piezas, pues sólo dieciséis se habían publicado. En la dedicatoria de ese Primer Folio, Ben Jonson escribía: «lector, mira, no su retrato, sino su libro». Es decir, lee y disfruta, sin pararte en nimiedades.