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Lévy-Hass, Hanna
En el mosaico de culturas que constituía la Yugoslavia posterior a la Primera Guerra Mundial, la comunidad judía simbolizaba la esencia de aquella mezcolanza donde personas de distintas religiones y procedencias se relacionaban por encima de sus rasgos diferenciales. Fue en este ambiente donde se educó Hanna Lévy-Hass, nacida en Sarajevo en 1913, en el seno de una familia de judíos sefardíes. A principios de la década de los treinta se trasladó a Belgrado, donde cursaría parte de sus estudios de magisterio y literatura. Ya en aquella época de juventud entró en contacto con el movimiento clandestino comunista, que le insufló una pasión por la libertad y la igualdad entre las personas que la guiaría durante el resto de su vida. Más tarde, cuando Yugoslavia fue ocupada por las fuerzas italianas en 1941, Hanna Lévy, que por entonces ejercía como maestra en un pueblo de Montenegro, siguió correspondiendo a su espíritu combativo mediante sus conexiones con los partisanos. En febrero de 1944, ya bajo la ocupación alemana, fue deportada al campo de concentración de Bergen-Belsen, donde permanecería recluida desde agosto de 1944 hasta la liberación del campo. En abril de 1945, Hanna Lévy recuperó la libertad. Sin embargo, para ella y para todos los que lo sufrieron como ella, y también para quienes sobrevivieron pero perdieron a casi todos sus familiares y amigos, el Holocausto no había terminado ni terminaría nunca. La perversión en la que cayó el comunismo de Stalin, las ansias colonialistas que mostró Israel y el desmembramiento de Yugoslavia con la guerra de los Balcanes fueron nuevos motivos de desencanto. Para Hanna Lévy-Hass devinieron en la demostración definitiva de que aquel ideal en el que había soñado, aquella fe en una nueva civilización que tantas fuerzas le dio para soportar Bergen-Belsen, nunca hallaría su materialización.