Bajo el bosque lácteo es un guión radiofónico que Dylan Thomas dejó sin finalizar. El subtítulo, «Comedia de voces», hace justicia a este alucinado contrapunto que rehíla una obra cuyos personajes proceden de no sabemos qué mundos, en cualquier caso ingrávidos y muy lejanos. Llegan envueltos en un silencio amniótico, sólo interrumpido por las sorprendentes apariciones de los habitantes de un pueblo imaginario llamado Llareggub, que Thomas convierte en real para todo aquel que adivine en la literatura un país donde la vida es posible.
Es fácil imaginar la ilusionada espera de los oyentes, ya de noche, a que sonasen en las radios de los hogares ingleses las voces de esta alocada trama de personajes que espolean la imaginación, pero también la melancolía de un lugar que nunca será posible visitar, por más que la primera voz fuera, en aquella velada de 1954, la de Richard Burton. Thomas trabajó en el texto con una cierta intensidad entre 1952 y 1953, por lo que dejó una versión casi definitiva antes de embarcar hacia Estados Unidos, donde leyó el guión en un auditorio de Cambridge (Massachusetts) atestado de público. Poco después, lo grabó en el centro cultural 92nd Street Y, en Nueva York, en el Upper East Side de Manhattan, todavía existente. El eco de la obra no quedó apagado, por lo que en 1972 una producción cinematográfica recreó este onírico bosque y reunió, entre otros, al mencionado Richard Burton, a Elizabeth Taylor y a Peter O’Toole. Las escenificaciones teatrales de Bajo el bosque lácteo se han sucedido, y en más de una ocasión han encontrado en Anthony Hopkins al narrador de la primera voz, esa que comienza diciendo: «Para empezar por el principio: Es una noche de primavera, sin luna, sin estrellas, negra como una Biblia en las silenciosas calles empedradas del pueblo…».