Prólogo de Doris Lessing. Los esclavos de la soledad transcurre en Londres, durante el invierno de 1943, mientras los bombardeos han cesado temporalmente y los soldados americanos acuartelados en Inglaterra se preparan para abrir un nuevo frente en Europa.

Para la señorita Roach y los protagonistas de la novela, gentes de pocos recursos económicos y de vidas solitarias, el horror de la guerra les parece muy lejano. Sólo lo conocen por rumores y especulaciones, y por las fragmentarias informaciones de periódicos y noticiarios cinematográficos.

Su guerra son los cortes de electricidad, la escasez o las cartillas de racionamiento, y para la señorita Roach, que perdió su piso en un apartamento, la más penosa calamidad es tener que vivir en una pensión, en una triste habitación alumbrada sólo por una débil bombilla y tener que comer en el comedor común, compartiendo mesa con el insoportable señor Thwaites, un personaje en el que los amantes de la obra de Dickens hallarán ecos de la malicia de algunos de los más célebres villanos del autor de Tiempos difíciles.




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